

El ambiente está en la calle y aunque a ratos puede agobiar es un no parar de gente fluyendo (no hacia la luz, sino por todas las calles). El mercat medieval incluye disfrutar de espectáculos, luchas de caballeros, música medieval, productos artesanos, danzas medievales y otros espectáculos, paradas de venta de artículos a imitación de la época (desde espadas a jabones, figuras talladas, etc) y gastronomía de todo tipo. Y ahí es donde vienen algunas quejas y críticas: una a la pérdida de personalidad de estas ferias de Calafell, como bien explica Miquel Casellas en su blog y la otra la de algunos restauradores.


Había hasta un puesto de döner kebab que de medieval no tiene nada (el kebab sí, pero esta variante moderna no) e incluso una pizzería al estilo actual, nada que ver con las "piceas" anteriores al XVII que no llevaban ni tomate. Eso tiene poco de medieval y mucho de quitar parte de negocio a los comerciantes de Calafell que pueden ofrecer el mismo producto.
Se puede ver de todo, mirando hacia arriba y hacia abajo. Pero particularmente, levantando la vista, una de las banderolas en una calle de Calafell es bastante cómica. Pertenece a Artes y Oficios, pero tal como están las cosas hoy, en Calafell y en todo el país, uno piensa si esta imagen no es la de un ciudadano poniendo el cuello para que se lo corten con las tijeras de las "retallades" o bien está directamente arrodillado poniendo el culo esperando una nueva promesa incumplida de Rajoy.

Tras lo visto este año, además, habría que tomar medidas con el alcalde y tratar de que el año que viene no se comporte como si se hubiera pateado las tabernas medievales y se líe a insultar y amenazar a ningún vecino de Calafell. El vasallaje, la autoridad patriarcal heredada, el derecho de pernada y el feudalismo, hace tiempo que -se supone- dejaron de existir.
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